martes, 25 de febrero de 2014

Publicidad fúnebre porfiriana: entre  lo afrancesado y la higiene   Parte  II 



En el primer post de febrero veíamos que los estilos de las tumbas de la clase alta mexicana durante el Porfiriato  se vieron impregnados de un gusto francés. Pero… ¿qué se ofrecía para el funeral y el velorio? Para saber esto, podemos ver, en una nota de remisión de 1913 lo que la agencia de inhumaciones del Señor Eusebio Gayosso Ofrecía  al cliente  toda una gama de servicios funerarios como son: “Sepulcro, Bóveda Caja, Carro, Wagón [sic] 1ª, Wagón [sic] 2ª,  Cartas de defunción, Cargadores, Ceremonias Religiosa, Certificado del Registro Civil, Arreglo, Traslación, Ceras Candeleros, Columnas”[1]
Si ponemos atención a esta imagen  se pueden ver cuáles eran  los servicios  básicos: la recaudación en panteones, Cajas mortuorias y el servicio en ferrocarril;  había otras que no es fácil de imaginarse como los cirios y los pedestales para flores llamados columnas en las notas de remisión. Por otro lado si se ve la imagen III es fácil deducir que, de acuerdo a las necesidades y/o posibilidades del cliente, era el número de ítems cobrados por El dueño de esta compañía.   




[1] AGN, Sección testamental, Eusebio Gayosso, 23 de julio de 1913

martes, 18 de febrero de 2014

¡Mujer mexicana enterrada viva!: el miedo a la muerte.

Aunque podría parecer una historia sacada de un relato de Edgar Allan Poe,  o de la prensa sensacionalista este es un relato que transcurre en plena Ciudad de México durante la Epidemia de cólera de 1833.  Se dice que una mujer de abolengo, la octava condesa del Valle de Orizaba, “murió” contagiada de Cólera y que una vez muerta a pesar de las restricciones de enterrar inmediatamente a los cadáveres, debido a las circunstancias de peste fu e velada en el convento de Convento de San Diego. Sin embargo, a media noche la señora despertó y ante la aterrada mirada de los presentes, ¡se trasladó a su casa por su propio pie!
A partir de entonces esta mujer fue apodada la “muerta resucitada” y  no  fue hasta catorce años después que realmente falleció y fue debidamente sepultada, después de varios días de velación.
         Esta curiosa anécdota sirve como recordatorio a uno de los temores más grandes que  ha enfrentado el ser humano desde épocas inmemoriales. El terror a la muerte y al no saber enfrentarla. Hay que señalar que, hay variaciones en este temor. El miedo a morir repentinamente y desde luego el pánico al ser enterrado vivo. En novelas, relato y leyendas se ha tratado este escalofriante tópico. Una de las leyendas urbanas más conocidas en el ámbito mexicano es la del actor Joaquín Pardavé. Y es  que gracias a la catalepsia que padecía, se hizo blanco de una serie de relatos cuasi inverosímiles en los que se decía que  por causas poco lógicas (con billetes de lotería premiados y testamentos de por medio) fue exhumado  y con gran estupor los sepultureros se percatan del terrible error.
           En novelas de Edgar Allan Poe “Entierro prematuro” se  mencionan casos  donde a la persona se le sepultó antes de tiempo. Algunos tienen resoluciones favorables pero otros con crudeza, plasman en la ficción este temor, muy común en el siglo XIX  a esa forma de morir.
En conclusión podemos ver que, independientemente a que se trata de casos excepcionalmente reales o bien  episodios de ficción novelada u oral. La catalogación medica de ciertos padecimientos como la catalepsia  y sus implicaciones van a dar forma a una  nueva forma de terror en la mente de la sociedad

Si quieres leer más de este tema puedes leer la novela de Poe o el libro Los nobles ante la muerte en México de  la Dra. Verónica Zárate Toscano  cuya reseña puedes ver en este link 

-ZÁRATE TOSCANO, Verónica, Los nobles ante la muerte en México, México, El Colegio de México/Instituto Mora, 2000. 484p.

miércoles, 5 de febrero de 2014

Publicidad fúnebre porfiriana: entre  lo afrancesado y la higiene

La clase alta porfiriana trataba de modernizarse cada vez más. A  fines del siglo XIX y principios en la Ciudad de México,  se vieron cambios en la forma de vida (y de muerte) de estos grupos mediante. Esto fue gracias a  la introducción de empresas  que, hasta ahora no existían y que buscaban  facilitar un momento difícil como la partida de un ser amado.
Esta ayuda consistía en contratar los diferentes servicios que se  necesitaban al momento de la muerte, el ataúd, flores, velas, mausoleos y lápidas  y sobre todo el traslado a los nuevos cementerios. Durante el Porfiriato es que surgen los nuevos cementerios  externos a la Ciudad de México y por lo tanto debe existir un transporte que evite a los familiares llevar en hombros el ataúd. Para las distancias largas se utilizaron  tranvías que tenían costos variables dependiendo la categoría, lo cual  estaba en razón del bolsillo de la familia.  En ese momento la publicidad no era muy sutil, más bien, era descriptiva y directa  y mostraba directamente los servicios prestados. Como auxiliar de publicidad se hacían dibujos o se presentaban fotos en las publicaciones periódicas, que mostraban la diversidad de  oferta fúnebre. 


Los cementerios de la época buscaban antes que nada evitar los entierros en el interior de las iglesias y en el atrio. En aquella época para ser moderno habría que ser ordenado y desde luego limpio. La higiene se trasladaba a lo social en este caso un espacio específico y nuevo en la imagen de la Ciudad de México: el cementerio extramuros. Este espacio, por un lado era la solución a los atiborrados cementerios de las iglesias y por otro un muestrario de los estilos, normalmente franceses que imperaban en la estilística fúnebre de fines del siglo XIX  y principios del XX.